CRISIS y DOCTRINA SOCIAL de la IGLESIA.

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LA PALABRA «CRISIS» EN CHINO SE ESCRIBE CON EL SIMBOLO DE «PELIGRO» MÁS EL DE «OPORTUNIDAD»…

A continuación os transcribo un artículo que me ha enviado Ángel-Daniel de Toro, cura de Socuéllamos, hablando sobre la crisis…

CRISIS  Y  DOCTRINA  SOCIAL  DE  LA  IGLESIA

 

Desde mis inquietudes sociológicas, desde mi resistencia al capitalismo salvaje y, por supuesto desde mi perspectiva creyente, me cuesta cada día más trabajo comprender la presente crisis mundial. Quizás porque miro al futuro con la esperanza transformadora que toda crisis implica. Quizá, porque la experiencia me dice que las crisis purifican algunas actitudes sociales.

 

Lo primero que tendrían que aclararnos, los que manejan las grandes cifras de la macroeconomía, es en qué se diferencia esta crisis de las anteriores, ¿Cuáles son sus características y peculiaridades, y qué relación hay entre ellas? ¿De qué modalidad del capitalismo es esta crisis?… Necesitamos saber si nos encontramos ante una novedad, o ante una más, de las crisis cíclicas que siempre ha generado el capitalismo. Que alguien con pedagogía practica nos explique a todos si los ciclos económicos actuales son como los del siglo XIX y la primera mitad del XX o estamos ante una New Age.

 

Lo que desde cerca sabemos es que la crisis inmobiliaria que empezó a notarse en Europa el primer trimestre de 2007,y en EE.UU. mucho antes, nos ha metido a todos en una recesión global o no.

 

A grandes rasgos, esto se debe a la expansión cíclica más larga de la historia moderna, vivida durante los años noventa por la economía estadounidense, asociada a tres factores: a) al ascenso de la nueva economía basada en la informática, Internet, telecomunicaciones,… b) a la globalización financiera y c) a la burbuja inmobiliaria que, entre otros elementos, se manifestó en aumentos muy acelerados de los precios de las viviendas. Aunque la expansión llegó a su fin el año 2000, la recesión fue benigna y la recuperación rápida debido a la continuidad del boom inmobiliario que sustituyó, como factor de continuidad, el crecimiento del consumo privado; al auge de la nueva economía, cuyas acciones se habían desplomado lo multiplicó el boom inmobiliario que salvó momentáneamente la economía, pues hartos los estadounidenses del mercado de acciones, se volcaron en una orgía de bienes “raíces” o primarios y el valor de la propiedad (sobretodo de la vivienda) poseída por los estadounidenses se multiplicó por más del doble entre 2000 y 2005, y hacia el final de este boom inmobiliario, al saturarse el mercado, es cuando entran en escena los llamados préstamos subprime” o de segunda, concedidos a grupos de bajos ingresos, en condiciones leoninas, riesgosos y sin garantías”. La burbuja inmobiliaria fue alentada además por una política monetaria laxa seguida por la FED -la banca central de EE.UU.- y una ‘financiarización’ de la economía respaldada por la desregulación financiera implementada desde los años ochenta y fortalecida en 1999. Al mismo tiempo los mínimos de capitalización exigidos a los bancos por el Banco de Pagos de Basilea llevaron a éstos a mover sus negocios hacia intermediarios no bancarios. Tenemos pues, aunque las matizaciones y los detalles serían múltiples y variadísimos, y hasta aburridos, todos los ingredientes para que ocurra lo que está ocurriendo.

 

¿Hay crisis económica grave? No. Hoy, proporcionalmente, no hay ni más ni menos dinero que hace uno, cinco o diez años. Lo que pasa es que está en menos bolsillos. La grave crisis que sufrimos es de valores, eso sí, o mejor, de supervalores, y me explico: el coste de todo lo que necesitamos o consumimos ha de tener, por su propio equilibrio, una proporción justa con su coste de producción y los valores humanos han de tener una proporción adecuada al crecimiento personal. Esto quiere decir que, cuando el valor de la persona merma considerablemente los valores de las cosas crecen desconsideradamente. Hay pues, una grave crisis, pero de valores morales, basada en la ganancia fácil y rápida que todos conocemos, que está, detrás pero no oculta, porque no puede, o en la base de cada uno de los pasos expuestos anteriormente y que siempre, aunque nos duela, tendrá techo. Hay una grave crisis, eso sí, de desconsideración social del bien común, suplantado por el egoísmo. Hay crisis de auténtica solidaridad, que no está ni en las migajas ni en el “limosneo”, sino en el ejercicio efectivo de la justicia social en todos y cada uno de los campos en los que hemos de movernos como personas, ejerciendo de personas, para que todos los seres humanos que pueblan la faz de la tierra puedan vivir con la inviolable dignidad de personas. Digo esto con fuerza y convicción porque cuando llegan las crisis, lo primero que se recorta de forma efectiva son las ayudas y presupuestos destinados a los que más lo necesitan. Esos, y sólo esos, son los que tienen crisis y por lo que se pone en crisis todo y por lo que deberíamos estar en crisis todos.

 

Ángel-Daniel de Toro González

 

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