Carta desde el cielo, de un hijo muerto, a su madre en la Tierra…

cielo-sol

 

Mi querida mamá:    

Nos encanta recibir entre nosotros a los amigos, a los compañeros que seguían en la tierra. Formamos un grupo estupendo, y te aseguro que nuestras nuevas misiones no nos impiden recordar y evocar nuestros recuerdos del pasado. Precisamente porque nos acordamos de todo, es por lo que permanece muy presente el recuerdo de nuestras faltas y debilidades, y podemos arrepentirnos.     No hay que creer que llegamos, inmediatamente después de nuestro paso, a un estado de alegría completa. El pesar por nuestras imperfecciones no sólo continúa, sino que es incluso mucho más intenso que en la tierra; en cierto sentido, hay que redimir… en ello trabajamos… y Jesús nos ayuda. Si comprendierais esto durante vuestra vida terrenal, podríais evitaros muchas penas en nuestra esfera. Nada se pierde, todo produce sus frutos; ¡la menor de las semillas da sus frutos!     Vigilad por tanto vuestra siembra, pues cuando la mies ha crecido, os convertís en segadores, y sois vosotros mismos los que tenéis que arrancar una a una todas las malas hierbas, incluso las que tienen flores. ¡Qué vergüenza, si nuestras gavillas, una vez depuradas de esas plantas, se quedan escasas y raquíticas!     Dios no nos absuelve, puesto que somos nosotros mismos los que sembramos y cultivamos la cizaña, y como no podemos ofrecerle una cosecha adulterada, hemos de seguir trabajando duro hasta arrancar toda hierba nociva.     Además tenemos que ayudar a los otros, pues es frecuente que la cizaña que nace en la cosecha de otra persona haya sido sembrada por nosotros.     Tened, por tanto, cuidado y arrancad sin demora todo lo que haya de quemarse, antes de depositar las hierbas ante Dios. 

Pierre 

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