Socuéllamos, nombre sonoramente pueblerino donde los haya…

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David Gistau, lo mejor de El Mundo junto a Raúl del Pozo ha escrito en su columna un simpático artículo en el que aparece Socuéllamos. Convendréis conmigo en que siempre que salimos en los medios a nivel nacional es porque la sonoridad del nombre de nuestro pueblo tiene ecos  paletos y pueblerinos. El gran Tip nos nombraba con frecuencia, (creo recordar que tenía algún lazo familiar con el pueblo), también Martes y Trece y alguna que otra viñeta de Forges. Siempre que nos mientan es por la dicha paletez… De todos modos no nos enfademos. Os paso el artículo como curiosidad. Un saludo.

Siéntase votante americano

EL PSOE ha inventado un sucedáneo de Obama para dar una oportunidad a quienes querrían haber votado en las elecciones americanas y no pudieron por impedimentos tales como ser de Socuéllamos. No está previsto que López Aguilar se embetune el rostro antes de salir al escenario como hacía Al Jolson, el cantor de jazz. Ni tampoco que se haga fotografiar en traje de baño y con una tabla de surf debajo del brazo. Pero su vídeo electoral para las europeas, que divide el mundo en un burdo maniqueísmo de Barrio Sésamo al tiempo que reconoce que nada somos salvo reflejos condicionados por lo que ocurre en los Estados Unidos, no pretende sino parasitar la ventolera histórica de Obama. El liderazgo ya no consiste en encontrar una muchedumbre y ponerse delante, sino en encontrar un líder y ponerse detrás para tratar de vivir de su inercia como un polizón.

Me gusta el vídeo, no ya porque admite que el PSOE no dispone de nada propio con que estimular, sino porque retrata cuán tediosa, periférica y ajena a las ebulliciones de la historia es la condición del votante español. Igual que algunas agencias de viaje venden la posibilidad de sentirse rey o famoso por un día, ya sea en un castillo o en una isla, el señuelo electoral de López Aguilar ofrece un viaje de turismo utópico y de democracia vibrante al Grant Park de Chicago, e incluye en el paquete la experiencia de sentirse votante americano por un día. No está mal, ya que la opción para quien no viaje es tan desalentadora como contribuir a que se alargue la agonía de un proyecto político en extinción votando a López Aguilar, con su quijada de cowboy almeriense en un espagueti-western.

Es verdad que a los electores, para sacudirles la pereza, se les suele intentar convencer de que por el hecho de votar participarán en alguna suerte de destino mayor que ellos mismos. Pero resulta que el PSOE no dispone ahora de ninguno propio, y por eso ofrece tickets de reventa para la aventura de Obama. Otra increíble mutación de principios de un partido que antaño supo atraerse los votos del anti-americanismo y ahora contrata sucursales de la marca Obama como si fueran las de McDonald’s. Aun así, cabe una interpretación triste en todo esto. El votante español que sienta estar ante Obama en el Grant Park sólo por tener en la mano una papeleta de López Aguilar recordará al personaje del chiste que, mientras bebía gaseosa y se masturbaba, decía: «¡Esto es vida! ¡Champán y mujeres!». Esto es vida, Yes We Can y New Deal, y sin salir de Socuéllamos.

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SANT JORDI Y EL CID

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Nunca había firmado libros el día de Sant Jordi en Barcelona. Nunca había pensado que eso sucedería alguna vez. Pues ha sucedido.

 

Impresionante. La sociedad civil por la calle, mientras los políticos toman chocolate con melindros en Pedralbes.

 

La sociedad civil, formada por miles y miles de personas, que, para salir a la calle, no necesitan permiso de esos señores que hablan y hablan y no hacen y no hacen y, en cuanto te descuidas, gastan y gastan, con mucha frecuencia en cosas no necesarias y, si te descuidas, perjudiciales.

 

Me encantó cenar con autores, desayunar con autores, comer con autores. Como yo ya sé lo que soy, cuando alguien me llama “autor” me entra la risa. Cuando firmas al lado de Luis Sepúlveda y de José Mª Beneyto, o cerca de Antonio Gala, o comes con Carmen Posadas entre otros, te das cuenta de que allí te has colado. ¡Bendito cuele!

 

Descubrí que me encanta firmar libros. Como no estoy acostumbrado, me apetece poner unas dedicatorias larguísimas, hablando de esa persona, de sus estudios, de su familia, con lo cual la cola se hace más larga y los que me acompañan se ponen nerviosos y dicen: “menos rollo y más  firmas, por favor”.

 

Pero lo que más me maravilló es que todos los que venían a que les firmase el libro venían sonriendo. Y esto no era porque yo fuera “el simpático”, como al principio me creí. No, les pasaba a todos los que estaban firmando.

 

¡Qué preciosidad! La crisis y el paro y los despidos y la gripe y todo, apartados por un momento. Y todos sonriendo. Y muchos, al sol. Y yo, enrollándome, porque cuando ves  a alguien, joven, maduro o de mi edad, que ha estado al sol y te sonríe y te pide por favor que le firmes un libro, te dan ganas de levantarte, darle un par de besos y llevarle el libro firmado a su casa. Y luego, volver al siguiente y repetir la operación.

 

Acabé de firmar a las 9 de la noche. Casi no había luz. Me dio pena que se acabase tan pronto el día. Cogí un taxi y llegué a casa. Al subir en el ascensor, me di cuenta de que no podía con mi alma. Para cenar, me tomé un whisky y un huevo frito. Es una mezcla que no recomendaría Ferran Adrià, pero me sentó muy bien. Dormí de película. Al día siguiente, cuando me levanté, estuve por volver al Paseo de Gracia, a ver si me dejaban seguir firmando.

 

Pero no lo hice, por si no había nadie.

 

P.S.

 

* Ya sé que alguno dirá que estoy contento porque, cuantos más libros firmo, más libros vendo y más dinero cobro. Pues mira, sí. Pero, de verdad, del día de Sant Jordi me han quedado en la cabeza las caras de ilusión de la gente, el reencuentro con secretarias del IESE que no había vuelto a ver desde hacía años, las señoras del Mercat de la Llibertat que habían dejado sus puestos y me traían libros para firmar y para repartir entre sus compañeras, el ejecutivo que dice: “¿Me puedo hacer una foto con usted?” Esas  cosas, que, aunque un poco tarde, he descubierto que me gustan.

 

* Y cuando veo esas personas, y veo a algunos que, mientras  tanto, toman copas en el Palacio de Pedralbes preparando sus próximas conspiraciones político-rastreras, me da la vena literaria (ahora soy autor) y me acuerdo de aquello del Cid: “Dios, qué buen vasallo, hubiese buen señor!”

 

* Uno no es autor, pero tiene amigos filólogos, que me dicen que “el verdadero sentido de la frase del Poema lo da el acento de la conjunción sí, que muchos pasan por alto: no es una condicional, sino una desiderativa (“¡ojalá tuviera buen señor!”).

 

* Ojalá.