II
Ascendientes de Santa Ana
En tiempo de los abuelos de Ana era jefe de los Esenios el anciano Arcos. Este
hombre tenía visiones en la cueva de Elías, en el monte Horeb, referentes a la
venida del Mesías. Sabía de qué familia debía nacer el Mesías. Cuando Arcos
tenía que profetizar sobre los antepasados de Ana, veía que el tiempo se iba
acercando. Ignoraba, empero, que a veces se retardaba e interrumpía el orden por
el pecado, y por cuánto tiempo era la tardanza. Sin embargo, exhortaba a la
penitencia y al sacrificio. El abuelo de Ana era un Esenio que se llamaba
Estolano antes de su matrimonio. Por su mujer y por las posesiones de ésta, se
llamó después Garesha o Sarziri.
La abuela de Ana era de Mara, en el desierto, y se llamaba Moruni o Emorún, esto
es, madre excelsa. Se unió con Estolano por consejo del profeta Arcos, que fue
jefe de los Esenios por noventa años, y era un santo varón con quien siempre se
aconsejaban antes de contraer matrimonio, para oír su palabra y acertar en la
elección. Me extrañaba ver que estos santos hombres y profetas siempre
profetizaban sobre descendencia de mujeres y que los antepasados de Ana y la
misma Ana tenían siempre hijas mujeres. Parecía que fuera su intento religioso
preparar recipientes puros, que debían dar hijos santos, como el Precursor, el
Salvador, los apóstoles y los discípulos.
He visto que Emorún, antes de su casamiento, fue a consultar a Arcos. Tuvo que
entrar en la sala de reunión, en el monte Horeb, en un lugar señalado y hablar,
a través de una reja, con el jefe supremo, como se usa en el confesionario.
Después se encaminó Arcos por muchos escalones a lo alto del monte Horeb, donde
estaba la cueva de Elías. La entrada era pequeña y unas gradas llevaban hacia
abajo. La cueva estaba limpia y aseada y la luz entraba en el interior por una
abertura superior. He visto, contra la pared, un pequeño altar de piedra, y
sobre él, la vara de Aarón y un cáliz brillante como hecho de piedra preciosa.
En este cáliz estaba depositada una parte del sacramento o misterio del Arca de
la Alianza. Los Esenios habían adquirido este tesoro en ocasión en que el Arca
había caído en manos de los enemigos. La vara de Aarón estaba guardada en una
vaina en forma de arbolito con hojas amarillas alrededor.
No podría decir si el arbolito era verdadero o sólo un trabajo artístico, como
una raíz de Jessé. Cuando rezaba el superior de los Esenios, por causa de un
casamiento, tomaba la vara de Aarón en sus manos. Si la unión se refería a la
genealogía de María Virgen, la vara daba un brote y éste varias floraciones con
la señal de la elección. Los antepasados de Ana fueron elegidos brotes de esta
genealogía, y sus hijas lo fueron por medio de estas señales, las cuales daban
otros brotes cuando estaban por contraer matrimonio. Este arbolito con sus
retorcidas ramas, era como el árbol genealógico, como la raíz de Jessé, mediante
el cual se podía conocer, según lo que hubiera crecido, la proximidad del
nacimiento de María. Había allí otros pequeños arbustos en tarros, sobre el
altar, los cuales tenían significación cuando reverdecían o se agostaban. En
torno de las paredes habían espacios guardados por rejillas, donde se
conservaban, envueltos en seda y lana, huesos de antiguos santos varones
israelitas que habían vivido y muerto en el monte y en los alrededores.
También en las mismas cuevas de los Esenios vi semejantes huesos delante de los
cuales rezaban, ponían flores o encendían lámparas. Arcos se revestía al modo de
los sacerdotes del templo, cuando oraba en la cueva de Elías. Su vestidura se
componía de ocho partes. Primero se ponía sobre el pecho un vestido que había
llevado Moisés: una especie de escapulario, que tenía una abertura para el
cuello y caía en igual largo sobre el pecho y las espaldas. Sobre esto se ponía
un alba blanca de seda, ceñida con un cíngulo ancho y una estola cruzada sobre
el pecho que le llegaba hasta las rodillas.
Luego se ponía una especie de casulla de seda blanca, que por detrás llegaba
hasta el suelo, con dos campanillas en la parte inferior. Sobre el cuello
llevaba una especie de corbata tiesa, cerrada por delante con botones. Su larga
barba descansaba sobre esta corbata. Por último se ponía un pequeño manto
brillante de seda blanca, que se cerraba por delante con tres garfios con
piedras, sobre los cuales había letras o signos grabados. De ambos hombros
colgaba una especie de piedras preciosas en número de seis, algunas también
grabadas. En medio de la espalda había un escudo con signos y letras. En el
manto se veían flecos, borlas y frutos. En el brazo llevaba un manípulo. La
mitra era de seda blanca arrollada a modo de turbante y terminada en un adorno
de seda que tenía en la frente una plancha de oro con piedras preciosas.
Arcos rezaba postrado o echado sobre el suelo delante del altar. Vi que tuvo una
visión en la cual vio que salía de Emorún un rosal de tres ramas. En cada rama
había una rosa y la rosa de la segunda rama estaba señalada con una letra.
También vio a un ángel que escribía una letra en la pared. A raíz de esto
declaró Arcos a Emorún que debía casarse con el sexto pretendiente que tendría
una hija, con una señal, que sería un vaso de elección de la cercana promesa.
Este sexto pretendiente era Estolano. No vivieron mucho tiempo en Mara, sino que
pasaron a Efrén.
He visto también a sus hijas Emerencia e Ismeria consultar al anciano Arcos, el
cual les aconsejó el casamiento porque eran ellas también vasos elegidos para la
próxima promesa. La mayor, Emerencia, casóse con un Levita de nombre Afras y fue
madre de Isabel , madre, a su vez, de Juan el Bautista.
Otra hija de Estolano se llamó Enué. Ismeria fue la segunda hija de Estolano y
Emorún. Esta tuvo en su nacimiento la señal que dijo Arcos haber visto en la
segunda rosa en su visión de Emorún. Ismeria casó con Eliud, de la tribu de
Leví. Eran de condición noble y ricos de bienes. Lo he visto esto en la vasta
economía de la casa. Tenían mucho ganado, pero todo parecía que lo destinaban
para los pobres y no para sí mismos. Vivían en Séforis, a seis horas lejos de
Nazaret, donde poseían una heredad. Tenían una posesión en el valle de Zabulón,
adonde iban en los tiempos buenos del año y donde Eliud fijó su residencia
después de la muerte de su mujer Ismeria. En el mismo valle se había establecido
el padre de Joaquín con su familia. La piadosa educación que había tenido
Estolano y Emorún pasó a su hija Ismeria y a Eliud.
La primera hija de Ismeria se llamó Sobe. Ésta se casó más tarde con Salomón, y
fue la madre de María Salomé, que se casó con Zebedeo, padre de los apóstoles
Santiago el Mayor y Juan. Como no llevase Sobe la señal dicha por Arcos se
contristaron mucho los padres y fueron al monte Horeb, a ver al profeta, quien
les impuso oración y sacrificio, y los consoló. Por espacio de dieciocho años no
tuvieron hijos, hasta el nacimiento de Ana. Tuvieron entonces ambos una visión
nocturna. Ismeria vio a un ángel que escribía una letra en la pared, junto a su
lecho. Contó esto a su marido, que había visto lo mismo, y ambos vieron la letra
al despertar. Era la letra M que Ana había traído al mundo al nacer, grabada en
el bajo vientre. Los padres amaban a Ana de una manera particular.
He visto a la niña Ana: no era hermosa en grado notable, pero sí más que otras
niñas de su edad. No fue de ningún modo tan hermosa como lo fue María; pero era
muy sencilla, inocente y piadosa. Así la he visto en todo tiempo, como joven,
como madre, como anciana, de manera que cuando veo a una campesina realmente
sencilla, pienso siempre: “Esta es como Ana”.
Ana fue llevada a la edad de cinco años al templo, como más tarde María. Vivió
doce años allí y a los diecisiete volvió a su casa. Entre tanto tuvo su madre
una tercera hija, llamada Maraha, y Ana encontró a su vuelta a un hijo de su
hermana mayor Sobe, llamado Eliud.
Maraha consiguió más tarde la posesión de la casa paterna, en Séforis, y fue
madre de los discípulos Arastaria y Cocharia. El joven Eliud fue más tarde
marido segundo de la viuda de Naíam, Maroni. Un año después enfermó Ismeria y
murió. Desde el lecho de dolor hizo venir a su presencia a todos los de la casa,
los exhortó y aconsejó y designó a Ana como ama de casa después de su muerte.
Luego habló con Ana y le dijo que debía casarse, pues era un vaso de elección y
de promesa.