VIDA DE LA VIRGEN MARIA XXVI, XXVII Y XXVIII.

Marca del Anillo de boda de la Virgen María

Marca del Anillo de boda de la Virgen María

XXVI
El anillo nupcial de María
He visto que el anillo nupcial de María no es de oro ni de plata ni de otro
metal. Tiene un color sombrío con reflejos cambiantes. No es tampoco un pequeño
círculo delgado, sino bastante grueso como un dedo de ancho. Lo vi todo liso,
aunque llevaba incrustados pequeños triángulos regulares en los cuales había
letras. Vi que estaba bien guardado bajo muchas cerraduras en una hermosa
iglesia. Hay personas piadosas que antes de celebrar sus bodas tocan esta
reliquia preciosa con sus alianzas matrimoniales. En estos últimos días he
sabido muchos detalles relativos a la historia del anillo nupcial de María; pero
no puedo relatarlo en el orden debido.

He visto una fiesta en una ciudad de Italia (Perusa) donde se conserva este
anillo. Estaba expuesto en una especie de viril, encima del tabernáculo. Había
allí un gran altar embellecido con adornos de plata. Mucha gente llevaba sus
anillos para hacerlos tocar en la custodia. Durante esta fiesta he visto
aparecer de ambos lados del altar del anillo, a María y a José con sus trajes de
bodas. Me pareció que José colocaba el anillo en el dedo de María. En aquel
momento vi el anillo todo luminoso, como en movimiento. A la izquierda y a la
derecha del altar, vi otros dos altares, los cuales probablemente no se hallaban
en la misma iglesia; pero me fueron mostrados allí en esta visión.

Sobre el altar de la derecha se hallaba una imagen del Ecce Homo, que un piadoso
magistrado romano, amigo de San Pedro, había recibido milagrosamente. Sobre el
altar de la izquierda estaba una de las mortajas de Nuestro Señor.

Terminadas las bodas, se volvió Ana a Nazaret, y María partió también en
compañía de varias vírgenes que habían dejado el Templo al mismo tiempo que
ella. No sé hasta dónde acompañaron a María: sólo recuerdo que el primer sitio
donde se detuvieron para pasar la noche fue la escuela de Levitas de Bet-Horon.
María hacía el viaje a pie. Después de las bodas, José había ido a Belén para
ordenar algunos asuntos de familia. Más tarde se trasladó a Nazaret.
XXVII
La casa de Nazaret
He visto una fiesta en la casa de Santa Ana. Vi allí a seis huéspedes, sin
contar a los familiares de la casa, y a algunos niños  reunidos con José y María
en torno de una mesa, sobre la cual había vasos. La Virgen tenía un manto con
flores rojas, azules y blancas, como se ve en las antiguas casullas. Llevaba un
velo transparente y por encima otro negro. Esta parecía una continuación de la
fiesta de bodas.

Mi guía me llevó a la casa de Santa Ana, que reconocí enseguida con todos sus
detalles. No encontré allí a José ni a María. Vi que Santa Ana se disponía a ir
a Nazaret, donde habitaba ahora la Sagrada Familia. Llevaba bajo el brazo un
envoltorio para María. Para ir a Nazaret tuvo que atravesar una llanura y luego
un bosquecillo, delante de una altura. Yo seguí el mismo camino. He visto a Ana
visitando a María y entregarle lo que había traído para ella, volviéndose luego
a su casa. María lloró mucho y acompañó a su santa madre un trozo de camino. Vi
a San José frente a la casa en un sitio algo apartado.

La casita de Nazaret, que Ana había preparado para María y José, pertenecía a
Santa Ana. Ella podía, desde su casa, llegar allí sin ser observada, por caminos
extraviados, en media hora de camino.

La casa de José no estaba muy lejos de la puerta de la ciudad y no era tan
grande como la de Santa Ana. Había en la vecindad un pozo cuadrangular al cual
se bajaba por algunas escaleras. Delante de la casa había un pequeño patio
cuadrado. Estaba sobre una colinita, no edificada ni cavada, sino que estaba
separada de la colina por la parte de atrás, y a la cual conducía un sendero
angosto abierto en la misma roca. En la parte posterior tenía una abertura por
arriba, en forma de ventana, que miraba a lo alto de la colina. Había bastante
oscuridad detrás de la casa. La parte posterior de la casita era triangular y
era más elevada que la anterior. La parte baja estaba cavada en la piedra; la
parte alta era de materiales livianos.

En la parte posterior estaba el dormitorio de María: allí tuvo lugar la
Anunciación del Ángel. Esta habitación tenía forma semicircular debido a los
tabiques de juncos entretejidos groseramente, que cubrían las paredes
posteriores en lugar de los biombos livianos que se usaban. Los tabiques que
cubrían las paredes tenían dibujos de varias formas y colores. El lecho de María
estaba en el lado derecho; detrás de un tabique entretejido. En la parte
izquierda estaba el armario y la pequeña mesa con el escabel: era éste el lugar
de oración de María.

La parte posterior de la casa estaba separada del resto por el hogar, que era
una pared en medio de la cual se levantaba una chimenea hasta el techo. Por la
abertura del techo salía la chimenea, terminada en un pequeño tejadito. Más
tarde he visto al final de esta chimenea dos pequeñas campanas colgadas.

A derecha e izquierda había dos puertas con tres escalones que iban a la alcoba
de María. En las paredes del hogar había varios huecos abiertos con el menaje y
otros objetos que aún veo en la casa de Loreto, Detrás de la chimenea había un
tirante de cedro, al cual estaba adherida la pared del hogar con la chimenea.
Desde este tirante, plantado verticalmente salía otro a través, a la mitad de la
pared posterior, donde estaban metidos otros, por ambos lados. El color de estos
maderos era azulado con adornos amarillos. A través de ellos se veía el techo,
revestido interiormente de hojas y de esteras; en los ángulos había adornos de
estrellas. La estrella del ángulo del medio era grande y parecía representar el
lucero de la mañana. Más tarde he visto allí más número de estrellas. Sobre el
tirante horizontal que salía de la chimenea e iba a la pared posterior por una
abertura exterior, colgaba la lámpara. Debajo de la chimenea se veía otro
tirante. El techo exterior no era en punta, sino plano, de modo que se podía
caminar sobre él, pues estaba resguardado por un parapeto en torno de esa
azotea.

Cuando la Virgen Santísima, después de la muerte de San José, dejó la casita de
Nazaret y fue a vivir en las cercanías de Cafarnaúm, se empezó a adornar la
casa, conservándola como un lugar sagrado de oración. María peregrinaba a menudo
desde Cafarnaúm hasta allá, para visitar el lugar de la Encarnación y entregarse
a la oración. Pedro y Juan, cuando iban a Palestina, solían visitar la casita
para consagrar en ella, pues se había instalado un altar en el lugar donde había
estado el hogar. El armarito que María había usado lo pusieron sobre la mesa del
altar como a manera de tabernáculo.

La Casa de Nazaret de la Sagrada Familia en el Santuario de Loreto (Italia)

La Casa de Nazaret de la Sagrada Familia en el Santuario de Loreto (Italia)

XXVIII
Traslado de La santa casa de Nazaret a Loreto
He tenido a menudo la visión del traslado de la santa casa de Nazaret a Loreto.
Yo no lo podía creer, a pesar de haberlo visto repetidas veces en visión.

La he visto llevada por siete ángeles, que flotaban sobre el mar con ella. No
tenía suelo, pero había en lugar del suelo un cimiento de luz y de claridad. De
ambos lados tenía como asas. Tres ángeles la sostenían de un lado; otros tres
del otro, llevándola por los aires. Uno de los ángeles volaba delante arrojando
una gran estela de luz y de resplandor.

Recuerdo haber visto que se llevaba a Europa la parte posterior de la casa, con
el hogar y la chimenea, con el altar del Apóstol y con la pequeña ventana. Me
parece, cuando pienso en ello, que las demás partes de la casa estaban pegadas a
esta parte y que quedaron así, casi en estado de caerse por sí solas.

Veo en Loreto también la cruz que María usó en Éfeso: está hecha de varias
clases de madera. Más tarde la poseyeron los Apóstoles. Muchos prodigios se
obran por medio de esta cruz.

Las paredes de la santa casa de Loreto son totalmente las mismas de Nazaret. Los
tirantes que estaban debajo de la chimenea son los mismos. La imagen milagrosa
de María está ahora sobre el altar de los Apóstoles.

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