EL SEÑOR CURA TODO LO HACE MAL
Si, por casualidad, prolonga su homilía unos minutos, nos duerme.
Si es breve, no se ha cansado mucho.
Si levanta la voz, grita.
Si habla normalmente, no se entiende nada.
Si se ausenta, está siempre en la carretera.
Si no se mueve, está estancado.
Si hace visitas, nunca está en casa.
Si está en casa, nunca realiza visitas.
Si habla de economía, es que es un pesetero.
Si no habla del dinero, no se sabe en qué lo emplea.
Si organiza fiestas, nos cansa.
Si no organiza nada, la parroquia está muerta.
Si se para con la gente, no termina nunca.
Si lleva prisa, no escucha jamás.
Si comienza las celebraciones puntualmente, su reloj va adelantado.
Si empieza un minuto más tarde, nos retrasa a todos.
Si restaura la iglesia, malgasta el dinero.
Si no lo hace, descuida todo.
Si es joven, le falta experiencia.
Si es viejo, debería jubilarse.
¿Y si muere?
¡Pues bien!
¡No hay nadie para reemplazarle!
Lástima que esta pequeña poesía humorística sea tan real. La verdad es que somos demasiado exigentes con nuestros curas y se nos olvida que son de carne y hueso. Necesitan ayuda en vez de zancadillas.
Un saludo
Me ha parecido muy bueno, y como tu dices, demasiado real. Y podría aplicarse a otros oficios perfectamente.
En mi caso particular, también da igual lo que hagamos, porque siempre nos critican por ello.
De todas maneras, el que no haya nadie para sustituirlos, no tiene culpa total la falta de vocaciones, que ellos también tienen algo de culpa. Y hablo sabiendo de lo que me hablo. Tengo varios amigos que estuvieron varios años de seminaristas y la mayoría se salieron: unos porque encontraron algo más atractivo a lo que dedicar la vida y otros porque no pensaban igual y se quemaron.