Es una de mis cuñadas. Mariapi es una mujer con más virtudes que defectos. Una mujer joven, con esa elegancia innata que sólo da el alma que procura estar en gracia. Lleva seis años luchando contra el cáncer. Es luchadora, sufrida, sensible. Y guapa. Es una mujer víctima. Víctima del amor de Dios, que siempre ha querido tenerla muy cerca de Su Cruz. Quizá la voluntad de Mariapi no sea fuerte, pero sí lo es su amor, que suple lo que fuere y que ha ido creciendo exponencialmente. Debo reconocer que me llevo bien con ella, y que me instruye. Su vida no ha sido fácil (una vida cada vez más interior), y todo ese dolor la ha ido curtiendo, afinando, santificando. Yo la admiro por los detalles. Y por su silencio. El cáncer le carcome el cuerpo, es cierto, pero es como si no importara demasiado, porque le acrece el alma. La mirada cansada, pero no vencida, ni triste. La mirada pendiente de los demás y del rostro de Cristo. Mariapi ha ido aprendiendo a profundizar en la altura. Por eso le sale el Cielo de dentro, y si estás atento ves en ella una luz distinta o quizá una sonrisa.
Los que queremos a Mariapi sufrimos. ¿Cómo no hacerlo? Aún no te lo puedes creer. Es imposible que esté pasando esto. No a ella, no a nosotros. En algún momento cunde la rebelión y la desazón, y cuesta rezar y permanecer con el alma erguida, firmes, y piensas que la ciencia puede curar, que no ha dicho su última palabra todavía. Pero si ya, en situación de normalidad, percibes que cada día es un favor de Dios, en esta situación, con el cáncer apretando el gaznate, te das más cuenta de la precariedad que es la vida. La vida… Mariapi quiere vivir, quiere seguir ayudando a sus hijos y a su madre. Vivir para servir. Aunque esté limitada por el trastorno que suponen sus circunstancias. Aunque vivir le duela horrores. Vivir para seguir arrimando el hombro a esa Cruz que comparte con Cristo. Vivir por amor, enamorada hagas lo que hagas y pase lo que pase y cueste lo que cueste.
Padre Pío, reconozco que prácticamente nos acabamos de conocer, que usted es capuchino y yo miembro del Opus Dei, que puede parecer esto que hago un poco raro. Pero no lo es. En corto espacio de tiempo le he cogido un gran cariño. No tanto por los estigmas y demás dones extraordinarios como por su absoluta confianza y abandono en la Providencia de Dios. Le siento cercano. Y por eso acudo a usted con esta petición tan concreta, tan confiada y tan audaz. Que Mariapi quede limpia de todo cáncer. Y que yo sea un digno hijo de Dios. Y de María.