Acabo de leer esta entrada en el blog de Guillermo Urbizu (www.religionenlibertad.com) y me he sentido enseguida identificado con lo que leía. Comparto totalmente con él las conclusiones a las que llega. Hoy por hoy quien aguanta el tipo manteniendose como padre/madre en una familia más o menos normalizada es un gran héroe.
La vida. Sí, la vida. La vida muchas veces nos puede. Los padres consentimos y cedemos por puro cansancio. Ya no podemos más. ¡Son tantas las cosas que sobrellevamos cada día! Los padres estamos agotados antes de ir a trabajar. ¿Que exagero? Desde luego no todas las familias son iguales. Las hay que al disponer de más recursos económicos pueden pagar a otras personas para que les ayuden en las tareas domésticas. O las hay que sólo trabaja el marido fuera de casa. Pero lo que es un hecho inapelable, es que el agotamiento amanece con el día. Las horas de sueño -escasas- no dan tiempo material para recomponer del todo el cuerpo y las ideas.
Lo más común hoy en día es que trabajen fuera de casa los dos: madre y padre. Y eso lo condiciona casi todo. Los hijos son listos y tienen detalles bonitos y de ayuda, pero no dejan de ser niños. Y saben exprimir la paciencia de los padres hasta el límite. Lo peor de esa situación es que degenere en frecuentes enfados y que el alzar la voz se convierta en costumbre. Todos nos cansamos. Tensión laboral, atención de los abuelos, contínuos planes con los hijos, el trabajo exigente de la casa, tiempo dedicado a Dios y a nuestra formación… Sin contar los condicionantes de salud.
En el siglo XXI hay muchas cosas que son distintas, pero otras no cambian. Distinto es el agobio social y la injusticia de tantos gobiernos para con las familias. Pero no cambia nuestro deber -pase lo que pase- de hacer de nuestros hijos almas delicadas y con criterio. No tanto con ambición material -digna pero no fundamental- como con una inquietud intelectual y un pasmo sobrenatural que les mantenga íntegros.
Hoy la verdadera batalla que decidirá el futuro del mundo se está librando en nuestras familias. En la suya y en la mía. Y los padres somos los verdaderos héroes, los grandes protagonistas de esta gran historia épica que Dios dirige con misericordia. No hay tiempo para descansar, y no es momento para ser pusilánime. ¡Adelante, adelante! La victoria será nuestra. Pese al cansancio.