SOLIDARIDAD ENTRE MUSULMANES…

Profundamente afectado por las imágenes y noticias que nos van llegando de Somalia, empiezo a reflexionar sobre la forma de ayudar a estas personas, y caigo en la cuenta de que Somalia está relativamente cerca de la península arábiga, los somalíes son musulmanes y tienen al lado a los grandes jeques del petróleo, musulmanes también y caigo en la cuenta de que nunca he tenido noticias de que estas personas ayuden a sus hermanos en el Islam. De los súper ricos árabes del petróleo solo conocemos el lujo desaforado, los gastos inmensos, la subvención de macromezquitas en países occidentales, etc… Mientras tanto la poca o mucha ayuda que les llega a los somalíes es de los países cristianos, tan odiados por los integristas islámicos. Todo esto, hoy en día no se puede decir, criticar de cualquier modo el Islam es motivo de excomunión y anatema por parte del poderío progre, pero a pesar de eso me niego a dar por buenas las constantes consignas que nos lanzan abierta o solapadamente los medios de comunicación de masas en aras de lo “políticamente correcto” y que vienen a decir que todas las religiones son iguales y que lo único que las diferencia son matices culturales. Relacionado con este tema he leído hoy una interesantísima reflexión que hace un investigador árabe-palestino, Jaled Hroub de la Universidad de Oxford, que escribe un artículo en el diario Al-Hayat en el que examina el papel de los países árabes y musulmanes en relación con la ayuda a Haití, calificándolo como una desgracia. Llama a los árabes a prestar atención a la difícil situación de varias naciones alrededor del mundo en lugar de centrarse únicamente en sus propios asuntos:

«La ausencia de alguna ayuda gubernamental o no gubernamental de los países árabes y musulmanes al pueblo haitiano afectado por el desastre es una desgracia en el sentido más amplio del mundo. La mayoría de los gobiernos árabes muestran una impotencia increíble, y los árabes ricos dentro y fuera del mundo árabe, que gastan millones en celebraciones y juergas de compras tontas, estuvieron igualmente ausentes del lugar. … Incluso los medios de comunicación árabes… no le atribuyen ni le atribuyeron suficiente importancia a este desastre. Si lo hubiesen hecho, podrían haber aumentado la sensibilidad pública y fortalecer los sentimientos de solidaridad y de compasión humana por las víctimas. Después de reseñar las noticias abrasadoras del terremoto en los primeros días, esta rápidamente detuvo sus reportajes sobre el terremoto y sus desastrosos resultados. Los lectores en los portales de noticias en árabe escribieron comentarios repugnantes, diciendo, por ejemplo, que Alá había castigado a este país repleto de miseria y a su pueblo por su corrupción y libertinaje… Nuestra retorcida mente religiosa, y nuestras nociones de recompensa y retribución divina, han inculcado en nosotros una enfermiza y mecánica forma de pensamiento que no deja espacio para ningún sentimiento humano. Esta desgracia no es más que una de las características de lo que puede ser visto como nuestra vergonzosa época árabe… Una característica interesante de la lista de los países que han prestado ayuda a Haití es la ausencia de todos los que empuñan la espada contra el ‘imperialismo’. Chávez, ese luchador revolucionario, que tanto habla en contra de los Estados Unidos en América Latina, no ha puesto a Venezuela en la lista de países que ofrecen ayuda… La ayuda extendida por Venezuela ha sido insignificante, si no simbólica… Lo mismo es cierto a la ayuda simbólica extendida por Irán… La ausencia de organizaciones de caridad musulmanas en estas situaciones de] desastre es igualmente una desgracia. Todo lo que hemos visto es parte de una ayuda simbólica otorgada por las organizaciones de caridad y las organizaciones semi-gubernamentales en Kuwait, los Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Jordania y el Líbano. Estas organizaciones misioneras y su retórico da’wa se limita a ayudar a los musulmanes, y únicamente parece responder al dolor musulmán. El dolor de los no musulmanes no merece una reacción… Las estridentes declaraciones y la retórica revolucionaria y misionera de estas organizaciones parecen estar en proporción contraria a sus acciones. El ruido que estas producen llega a compensar su falta de acción… Cuando las catástrofes afectan a los mismos países árabes y/o musulmanes, sus hermanos y correligionarios continúan destacando en su insolidaridad. Basta para ello mirar las listas de donantes de organizaciones internacionales. Estos países musulmanes afectados por catástrofes reciben casi exclusivamente auxilios de los países que los gobiernos musulmanes califican de infieles, de ese Occidente al que desprecian y odian en lo más profundo de su ser. Los musulmanes son incapaces de ayudar a sus minorías, aún a pesar de que esas ayudas externas proceden de correligionarios occidentales de las minorías a las que les niegan el pan y la sal. El mismo Vaticano criticó el viernes 27 de agosto de 2010 a las organizaciones de socorro en Pakistán porque discriminan contra los cristianos pakistaníes cuando distribuyen las ayudas, y eso que esas ayudas que Pakistán recibe son mayormente del mundo cristiano.

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Tiempos graves y hombres mediocres: la hora del cristianismo

Reproduzco por su interés la entrada en el blog de César Uribarri (religionenlibertad.com) http://www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=16332 .Me ha interesado muchísimo porque hace un diagnóstico bastante completo de la situación actual vista desde una perspectiva cristiana.

Mientras algunos se empeñan en hacer befa de lo católico como el bien pagado Wyoming -al que dicen humorista español-, y otros en hundir no en catacumbas, sino en el exterminio, a todo lo católico -como demandaba públicamente el otrora cristianísimo Peces Barba-, constatamos día a día como culturalmente occidente no sólo ha perdido el alma sino que se empeña en combatir crudamente lo católico. Porque ambas cosas van de la mano: primero se pierde el sentido del bien y del mal, y luego se combate a quien sólidamente ofrece un bien y denuncia un mal. Pero la sima en la que yace occidente es más profunda de lo que aparenta. Y es que quien podría iluminar el alma perdida, devolver el sentido de lo bueno y lo malo, tampoco se encuentra en posición de fuerza: los males en la Iglesia son manifiestos. Hoy, institucionalmente, la Iglesia tampoco es una fuerza regeneradora. Y las almas se encuentran, tantas veces, sin pastores. Y las sociedades sin guías.

 
 

No hay luz suficiente para iluminar un norte perdido, pero el camino por el que transita nuestra modernidad se halla, a día de hoy, en una encrucijada desconcertante, inesperada. El corazón de occidente se desmorona, entendiendo por corazón el lugar de los tesoros, de las motivaciones e ilusiones: bienestar, riqueza, placer. Quisimos abandonar a Dios por las riquezas, ahora, sin riquezas, hemos perdido nuestro dios y las sociedades económicamente colapsadas, empezarán a manifestar su colapso moral. ¿En qué sentido? En el siguiente:

 
 

La imposibilidad de acceder al paraíso terrenal metódicamente publicitado (riqueza, bienestar, placer) lleva a la búsqueda de soluciones inmediatas en lo que sería un refugio a la desilusión. Y a ese refugio se accede fácilmente por tres puertas: sexo, droga, desesperanza. Pero las tres son destructivas. Y las tres engendran violencias. A veces las violencias son familiares y en cierto modo no traspasan la frontera de lo íntimo sino a nivel estadístico: muertes por violencia doméstica, delitos sexuales, abusos en el ámbito familiar… Pero cuando la situación social no permite una salida evidente de ese refugio, porque no puede ofrecer alternativas, los más fuertes, los menos sensibles, aprovecharán los malestares reales u orquestados, para dar rienda suelta a su desilusión.

 

Más claro: occidente se ofreció en holocausto al dios consumo. Hoy la diabólica divinidad pide su víctima: el colapso del sistema económico es algo superior a las malas artes de patéticos gobernantes. Otros hubieran amortiguado el golpe, pero el golpe acabará cayendo. Quisimos crecer exponencialmente, todo a base de acceso al crédito. Abandonamos familia, natalidad, humanidad, Dios, por más horas, más rendimiento, más dinero. Pero crecer a base de deudas se ha demostrado crecimiento de suma cero: llega un momento en que todo termina bruscamente. La pirámide cede en algún punto y todo se viene abajo. El acceso al mercado de trabajo colapsa y con él millones de personas quedan al margen de la sociedad. Se deja de generar el flujo económico necesario para mantener el sistema y los países con un nivel de gasto extraordinario son los primeros en caer: Grecia ha colapsado; ha colapsado Islandia; Irlanda más de lo mismo; Portugal tiembla ante su futuro; España juega a engañar a los suyos; Italia se esconde tras toneladas de basura en Nápoles; Francia se agarra a la deuda pública en feroz crecimiento; Estados Unidos mantiene 44 millones de cartillas de alimentos y mira con horror el 2 de agosto porque ya no tiene fondos con los que mantener su gasto…

 
 

Este es el panorama. La cruda realidad. En lo que se vaticinan años calientes. ¿Qué hay en juego? Humanidad o sistema. Y se ha optado por sistema. Y cuando se opta por un sistema a costa de la misma realidad, la realidad despreciada se acaba sometiendo a un sistema que se vuelve cada vez más inhumano.

 
 

En este escenario de incertidumbre económica, de ausencia de salidas razonables, ¿cómo se gestiona una población sin resortes morales, individualista y desesperanzada? A medida que la situación se agrava, el acceso al sistema se dificulta, van surgiendo movimientos al margen del sistema, impulsados por un liderazgo evidente, y esos liderazgos son impredecibles. En algunos casos la gestión de la insatisfacción será reconducible por fuerzas políticas experimentadas (como el movimiento 15M español, hijo bastardo de la izquierda más radical, que ha sabido explotar la indignación causada por sus mismas políticas). En otros casos generarán liderazgos políticos desconocidos a los que se irán sumando los que quedaron al margen de un sistema que ni comprendían ni querían. Y no ha de extrañar: tanto el consumismo como el comunismo son inhumanos, pero el primero apela a la molicie desilusionando poco a poco y volviéndose odioso cuando no puede ofrecer más, mientras que el segundo apelando a la justicia, puede dar ilusiones cuando el odio ha entrado en el alma.

 
 

Y esa es la bestia que asoma de nuevo: el estatalismo anticristiano, que de suyo e históricamente, tiende a la globalidad. Y este es el nuevo enfrentamiento que se percibe: o el mantenimiento del sistema a cualquier coste (lo que exige disminuciones masivas de la población, para que los menos ingresos, los menos recursos, puedan mantener en el mismo estándar de calidad a quienes los gocen), o el cambio del sistema por un estatalismo anticristiano.

 
 

En ambos casos el odio a los principios morales es evidente. Entonces, ¿dónde queda el pensamiento cristiano, la intelectualidad cristiana, que antaño reordenara el mundo? ¿No se hace necesario replantear la situación? ¿No se hace necesario volver a ofrecer salidas a esta encrucijada? Es la hora de que la inteligencia católica vuelva a despertar del letargo, de la entrega al consumismo, del mantenimiento de una tecnocracia que ha favorecido la muerte del alma. Por todo ello han dicho muchos pensadores que o Europa o será cristiana o no será. Pero cabe el no será. Y si no se aportan soluciones valientes, de grandes hombres, no habrá humanamente una alternativa a las dos fuerzas que ya amenazan los tiempos venideros. Lo cierto es que mirando lo que hoy hay en la Iglesia, en sus hijos, no se percibe una fuerza regeneradora capaz, tal es el estado de la Iglesia.