LOCOS SANTOS

santos-locos

 

Esos tres tipos de seres están no sólo en las novelas de Greene sino también en nuestra vida cotidiana:

 1-  El género de los que se «amoldan» es el más abundante: cubre posiblemente al noventa por ciento de la Humanidad. Son seres que se resignan a los carriles marcados.

2-  El segundo tipo de seres es menos frecuente, aunque todavía es abundante. Estos tuvieron una juventud ardiente y disconforme Pero pronto se dieron cuenta de que la vida les iba llenando de heridas. Y prefirieron fabricarse un gueto.

3-  Otros decidieron mantener su rebeldía. Decidieron pensar por cuenta propia. En lo religioso apostaron por Dios, pero pusieron muchos interrogantes a todas las bandejas en las que se lo servían. Sabían que lo importante no era llegar a ninguna parte, sino llegar a ser. Sentían miedo a ratos, pero jamás se sentaban a saborear su propio miedo. Buscaban. Buscaban.  Creían en la justicia. Sabían que siempre estaría en el horizonte, por mucho que caminasen hacia ella. No se avergonzaban de sus lágrimas, pero sí de que su corazón no hubiera crecido nada en las últimas horas. Y la gente pensaba que fracasaban. Y tal vez ellos también lo temían a ratos. Pero estaban vivos, tan vivos que no se detenían a  pensarlo por miedo de perder un momento de vida. Morían sin haber dejado de ser jóvenes.

Unos les llamaban locos y otros santos.

José Luis Martín Descalzo

Anuncio publicitario

CAMINOS PARA APRENDER A SER FELICES.

felicidad

 

Valorar  y reforzar las fuerzas positivas de nuestra alma: Descubrir  y disfrutar de todo lo bueno que tenemos, no tener que esperar a encontrarnos con un ciego para enterarnos de lo hermosos e importantes que son nuestros ojos.

Asumir después serenamente las partes negativas o deficitarias de nuestra existencia: No encerrarnos masoquistamente en nuestros dolores.

No sufrir por temores o sueños de posibles desgracias que probablemente nunca nos llegaran.

Vivir abiertos al prójimo: Pensar que es preferible que nos engañen cuatro o cinco veces que pasarnos la vida desconfiando de los demás.

Ceder siempre que no se trate de valores esenciales. No confundir valores esenciales con nuestro egoísmo.

Tener un gran ideal: algo que centre nuestra existencia y hacia lo que dirigir lo mejor de nuestra existencia, Aceptar la lenta maduración de todas las cosas, dar cada día un paso.    

Creer descaradamente en el  bien: Tener confianza en que a la larga -y a veces muy a la larga  terminará siempre por imponerse.

No angustiarse si otros avanzan aparentemente más deprisa por caminos torcidos. Creer también en la eficacia del amor. Saber esperar.

Elegir, si se puede un trabajo que  nos guste: Y si esto imposible tratar de amar el trabajo que tenemos, encontrando en él sus aspectos positivos.

Revisar constantemente nuestras escalas de valores: Cuidar que el dinero no se apodere de nuestro corazón… Descubrir que la amistad, la belleza, la naturaleza, los placeres artísticos y muchos otros valores son infinitamente más rentables.

Descubrir que Dios es alegre: Que una religiosidad que atenaza o estrecha el alma no puede ser la verdadera, porque Dios o es Dios o es un ídolo.

Procurar sonreír, con ganas o sin ellas: Estar seguros que el hombre es capaz de superar muchos dolores, mucho más de lo que el mismo hombre sospecha.

 

                                 *Jose Luis Martín Descalzo

 

CUESTIÓN DE PESO…

bascula-miedosa

 

El peso, los que me conocéis sabéis que es uno de mis caballos de batalla, ya lo expresaba en este blog (“Hoy quiero confesaros mi tragedia personal”), es mi lucha, que quiero adelgazar pero “me lo como tó”… la bulimia parcial y todo eso.

Hoy os cuento más detalles de mi drama… Lo he intentado todo, he hecho multitud de dietas, por ejemplo, la del sirope de savia de arce. Empecé con ilusión por la mañana, sustituyendo desayuno y comida por este mejunje, a eso de las cinco de la tarde me “cascó” tal dolor entremedias de los ojos que creía que había llegado el fin de mis días, desesperado, me comí un bocadillo de jamón y fue mano de santo, me encontré mejor inmediatamente… Todas las dietas “milagro” me han dado idéntico resultado. Incluso he probado a hacer dos dietas a la vez para ver si así adelgazaba el doble… sin resultados. Luego lo intenté por mi cuenta, quitando o reduciendo algunos alimentos, por ejemplo me quitaba la “porra” central de la rosca de churros que me tomo en el desayuno, nada, ni por esas…

He intentado otros trucos para pesar menos, enfrentándome a la báscula después de cortarme el pelo, quitarme las legañas, cortarme las uñas, evacuar aguas menores y mayores, desprenderme de toda la ropa, escupir, pasarme un bastoncillo por los oídos, ponerme de puntillas al subirme, incluso dejar la mente en blanco… después de todo eso conseguía rebajar unos setecientos gramos*, vamos, un grano de arena en el desierto.

Probé a correr, pero me resultaba difícil hacerlo sin sentir verdadero “peligro”, por ejemplo que viniera una vaquilla persiguiéndome. También probé la gimnasia de mantenimiento pero, como su propio nombre indica, solo logré mantenerme gordo. Después de infinidad de vanos intentos inferí que el deporte no podía ser bueno para el ser humano, pues solo provoca sudor, mal olor corporal, cansancio, peligrosas lesiones… Pero paradójicamente reconocía en mí una espontánea simpatía hacia el deporte, por ejemplo ver un Madrid-Barça tumbado en el sofá… Después de meditarlo varios días llegué a la conclusión de que realmente lo que me pasaba es que era un “deportista no practicante”*.

Me han visto especialistas, he buscado segundas opiniones… hasta un médico, prestigioso especialista formado en la facultad de La Habana, me diagnosticó que yo realmente estaba en mi peso ideal lo que me pasaba es que me faltaba altura (necesitaba medir 2,20 m.) ahí le di la razón -este tío sabe- me dije. Visité a otro especialista con la intención de aumentar mi estatura, me dijo que era posible lograrlo, pero a base de costosas intervenciones quirúrgicas, cuando le dije con que capital contaba me mostró unos zapatos con plataforma que no me convencieron… en fin, el mundo se confabulaba contra mí…

Quizá se trataba de un problema ético y moral, de índole filosófica, me consolé estudiando los distintos cánones de belleza a lo largo de la historia, me regodeé observando las tres gracias de Rubens, no llegué tampoco a la solución.

Me pregunté ¿Por qué Dios nos ha creado así? podía habernos hecho engordar proporcionalmente todo las partes del cuerpo a la vez, así, en vez de engordarnos solo la tripa, la papada, y las “kokotxas”* nos iríamos haciendo como gigantes… O por ejemplo, que solo nos engordaran zonas que no hicieran tan mal efecto, como las encías, la lengua, los ojos… (el médico te diría, -como no cambie usted de dieta le estallarán las órbitas-)…

Al final lo que he hecho es irme a casa de mi abuela, que siempre me encuentra “muy hermoso” y si le digo que quiero adelgazar me dice que estoy mejor así, que más vale tener que no desear, y otras palabras de consuelo que son para mí como un bálsamo, me tranquilizan y me apaciguan…

Hasta pronto amigos.

* Deportista no practicante, como los católicos no practicantes, que son tremendamente religiosos pero no llevan a cabo ninguna actividad ni pensamiento de las que manda la Santa Madre Iglesia.

*De los cuales seiscientos cincuenta correspondían a lo dejado en el retrete, ¿qué cómo lo sé? Por el sencillo método de la tara, es decir, pesándome antes y después de la evacuación, obtienes este dato con una sencilla resta.

* protuberancias o prominencias que aparecen en los hombres a ambos lados de la cara debajo de las orejas cuando se “empadran”.

¿CORTARÍAS LA CUERDA?…

alpinista

 

Un alpinista, desesperado por conquistar una altísima montaña, inició su travesía después de años de preparación, pero quería la gloria solo para él, por lo tanto subió sin compañeros.

Su afán por subir lo llevó a continuar cuando ya no se podía ver absolutamente nada. Todo era negro, cero visibilidad, la luna y las estrellas estaban cubiertas por las nubes.

Subiendo por un acantilado, a solo unos pocos metros de la cima, se resbaló y se desplomó por el aire. El alpinista solo podía sentir la terrible sensación de la caída en medio de la total oscuridad. En esos angustiantes momentos, le pasaron por su mente todos los episodios gratos y no tan gratos de su vida. De repente, sintió el fortísimo tirón de la larga soga que lo amarraba de la cintura a las estacas clavadas en la roca de la montaña.

En ese momento, suspendido en el aire, no le quedó más que gritar:

¡¡¡ DIOS MIO AYÚDAME¡¡¡

De repente, una voz grave y profunda de los cielos le contestó:

– ¿QUE QUIERES MI HIJO?

– Sálvame Dios mío.

– ¿REALMENTE CREES QUE YO TE PUEDA SALVAR?

– Por supuesto Señor.

– ENTONCES CORTA LA CUERDA QUE TE SOSTIENE…

Aquel alpinista, aterrorizado, se aferró más aún a la cuerda. 

Al siguiente día el equipo de rescate encontró al alpinista muerto, colgado de la soga… A TAN SOLO DOS METROS DEL SUELO…


¿Y tú? ¿Confías en Dios cuando te pide lo que parece contrario a tus intereses?, ¿Cortarías la cuerda?…

EL MENDIGO Y EL PAPA…

mendigo

 

En un programa de televisión de Estados Unidos, relataron un episodio poco conocido de la vida Juan Pablo II.

Un sacerdote norteamericano de la diócesis de Nueva York se disponía a rezar en una de las parroquias de Roma cuando, al entrar, se encontró con un mendigo. Después de observarlo durante un momento, el sacerdote se dio cuenta de que conocía a aquel hombre, ¡era un compañero del seminario, ordenado sacerdote el mismo día que él¡ Ahora mendigaba por las calles.

El sacerdote, tras identificarse y saludarle, escuchó de labios del mendigo cómo había perdido su fe y su vocación. Quedó profundamente impresionado.

Al día siguiente el sacerdote llegado de Nueva York estaba invitado a asistir a la Misa privada del Papa al que podría saludar al final de la celebración, como suele ser la costumbre. Al llegar su turno sintió el impulso de arrodillarse ante el santo Padre y pedirle que rezara por su antiguo compañero de seminario, y describió brevemente la situación al Papa.

Un día después recibió la invitación del Vaticano para cenar con el Papa, en la que le solicitaban llevar consigo al mendigo de la parroquia. El sacerdote volvió a la parroquia y le comentó a su amigo el deseo del Papa. Una vez convencido el mendigo, le llevó junto a él a donde se hospedaba, le ofreció ropa y la oportunidad de asearse.

El Pontífice, después de la cena, indicó al sacerdote de Nueva York que los dejara solos, y pidió al mendigo que escuchara su confesión. El hombre, impresionado, respondió que ya no era sacerdote, a lo que el Papa contestó: «una vez sacerdote, sacerdote siempre». «Pero estoy fuera de mis facultades de presbítero», insistió el mendigo. «Yo soy el obispo de Roma, me puedo encargar de eso», dijo el Papa.


El hombre escuchó la confesión del Santo Padre y le pidió a su vez que escuchara su propia confesión. Después de ella lloró amargamente. Al final Juan Pablo II le preguntó en qué parroquia había estado mendigando, y le designó asistente del párroco de la misma, y encargado de la atención a los mendigos.

Sobre la ducha…

peligro-ducha

Cuando estudiaba Bellas Artes…* dicho de un modo más preciso, cuando iba a la Facultad de Artes en Cuenca, vivía en una residencia de estudiantes, y recuerdo que mucha gente se duchaba a todas horas, sin ton ni son, o mejor dicho: decían que lo hacían,… “¿quedamos para dar una vuelta por Cuenca?- Vale, me ducho y nos vamos – me ducho y bajo a comer, etc…” podría citar multitud de ejemplos así, seguramente las duchas eran mucho menos frecuentes de lo que manifestábamos verbalmente porque sino a muchos directamente se les habría disuelto la dermis o, como decimos en la Mancha, se habrían “empezao”. No creo que una piel normal aguante tres o cuatro remojones diarios, y además no se te secaría el pelo en todo el día. También estoy seguro de que todos nosotros en nuestros hogares de origen le dábamos bastante menos batalla a la alcachofa que en esta residencia, ya sea porque, en general, en aquella época las viviendas no solían estar tan caldeadas como la “resi”, de cuya factura de gasoil se ocupaba la Junta.

Es decir, todos intentábamos parecer mejores y más educados, y pensábamos que una mejor crianza era directamente proporcional al número de duchas que nos dábamos. Sin embargo, yo he hablado con mucha gente de mi generación y a casi todos, cuando éramos niños, nuestras madres nos bañaban una vez a la semana, casi siempre los sábados, eso sí, un buen rato sumergidos en una bañera de agua muy caliente o en una tina junto a la estufa de manera que nuestros dedos se quedaban arrugados como garbanzos.

Mi conclusión es que uno de los principales dioses o becerros de oro del Olimpo actual es el cuerpo. ¿Cómo le rendimos culto al dios cuerpo? Cuidándolo hasta el extremo, sólo hay que observar en una droguería cuantos productos existen específicamente para el aseo, y perfume diario, mucho más excesivo en el caso de las mujeres. Si siguiéramos a rajatabla un cuidado del cuerpo como nos aconsejan en los anuncios de la tele necesitaríamos 9 horas diarias, amén de la mitad de nuestro sueldo… Te lavas el pelo con un champú especial anti-caspa, te frotas las corvas con gel y una esponja natural especial, te enjuagas el pelo con suavizante, te secas y te embadurnas en “body milk” (en castellano suena un poco raro “leche corporal”), te hurgas los oídos con bastoncillos, te limas las durezas de los talones con su correspondiente producto, después otra crema específica, te cortas las uñas con unas tijeras especiales, si vas a cagar (si, así se dice) te limpias con una toallita especial, si eres hombre y te afeitas necesitas crema y “after shave”, no olvidemos maquinillas de las que anuncia Beckham. Si te duchas recién levantado te tienes que limpiar los dientes con un cepillo eléctrico cuyo sonido y aspecto recuerda a un juguete sexual de esos que anuncia la tele-tienda, con una pasta dental de las que te dejan la dentadura blanca, blanca… después te puedes enjuagar con licor de esos que si te dan en el “galillo” te hacen llorar los ojos. En el caso de las mujeres con sus peinados y tintes mejor no entrar. Arduo ¿verdad?… Creo que nos estamos “amariconando”**, los antiguos eran más prácticos, se limitaban a mantener la mugre a raya sin por ello dejar que el hombre oliera a “hombre” (a sudor, cerveza y zurrapas) y la mujer a “mujer” (a chotuno, meados y lejía), permitidme la hipérbole, sé que decir esto es una herejía. Pero ya no hay vuelta atrás, todo pierde su sustancia, su esencia y su jugo, todo se desvirtúa y se relativiza, nos hemos acostumbrado a los nuevos hábitos de higiene, que tienen muchas ventajas pero que a veces, por exagerados, nos llevan al hartazgo, y algunos días me gustaría decir como mi tío Tete… “Yo me ducho todos los meses, tenga falta o no tenga…”

Hasta otro día, amigos.

* debería decir… “Recuerdo cuando iba a la Facultad de Artes” sustituyendo el verbo “estudiaba”, que implica coger un libro e intentar su lectura y comprensión, por “iba” que supone solamente una presencia física más o menos frecuente en dicha facultad. Así mismo prescindiría del adjetivo “Bellas” que viene de belleza y significa: Propiedad de las cosas que hace amarlas, infundiendo en nosotros deleite espiritual; término difícilmente aplicable a las actividades que se llevaban a cabo en dicha Facultad, comprenderíais a que me refiero si hubierais visitado, por poner un ejemplo, el aula de escultura y hubierais visto las “obras” que allí se perpetraban…

**(dicho sea con todos mis respectos al colectivo homosexual)

HOY QUIERO CONFESAROS MI TRAGEDIA PERSONAL…

nevera

 

Acabo de descubrir una nueva patología en trastornos mentales y utilizo este foro para anunciaros a todos que la padezco durante años en silencio.

Os explico más detenidamente: como casi todo el mundo sabe, la bulimia o bulimia nerviosa (hambre en exceso) es un trastorno mental relacionado con la comida. Su característica esencial consiste en que la persona sufre episodios de atracones compulsivos, seguidos de un gran sentimiento de culpabilidad. Un atracón consiste en ingerir en un tiempo inferior a dos horas una cantidad de comida muy superior a la que la mayoría de individuos comerían en dos días. A pesar de que el tipo de comida que se consume en los atracones puede ser variada, generalmente se trata de dulces y alimentos de alto contenido calórico. Los individuos con este trastorno se sienten muy avergonzados de su conducta e intentan ocultar los síntomas. Los atracones se realizan a escondidas o lo más disimuladamente posible. Característica esencial de este trastorno la constituyen las conductas compensatorias, la más habitual es la provocación del vómito. Los efectos inmediatos de vomitar consisten en la desaparición inmediata del malestar físico y la disminución del miedo a ganar peso…

Pues bien, a la nueva y extraña dolencia que padezco la he bautizado como bulimia parcial (bulimia viene del griego βουλμια (boulīmia), que a su vez se compone de βους (bous), buey + λμος (līmos), hambre) o también bulimia juanjatus.

Pero… ¿Qué es o en qué consiste la bulimia parcial o bulimia juanjatus? Pues bien, este trastorno consiste en que el enfermo sufre episodios de atracones compulsivos pero con la ausencia total de sentimiento de culpabilidad y de conductas compensatorias (purgas, vómitos o práctica de deporte) Por poner un ejemplo gráfico: Yo me pego un atracón y, en vez de vomitar, lo que hago es echarme un rato en el sofá para que se me siente el cuerpo y así reposar durante la trabajosa digestión. Tras el paso de un par de horas ya me encuentro un poquito mejor y me puedo levantar e incluso “picar” algo. Estos estremecedores episodios se repiten con frecuencia llevando así al enfermo a un estado rayano a la desesperación. Como efecto colateral, el frigorífico y/o despensa suelen estar bastante tristes, y los otros miembros de la familia se suelen mosquear bastante al descubrir que de las pitanzas solo queda el envoltorio o “packaging” aparte del considerable aumento del gasto económico en reponer las pérdidas.

Aprovecho la ocasión para anunciar a la comunidad científica el nacimiento de esta nueva enfermedad y desde aquí pido que se haga eco de ésta noticia alguna de las más prestigiosas publicaciones ofreciéndome de paso como conejillo de indias para ayudar a fijar con nitidez los síntomas de manera que se pueda crear un protocolo de diagnóstico rápido y seguro, así como implicar a los laboratorios farmacéuticos en la búsqueda de la medicina que pueda curar esta extraña afección.

Agradezco de antemano vuestro apoyo.

Fe.

Ayer una amiga me definía como un ente poseído por una extraña bipolaridad, la mitad de mi cerebro dominada por los Monty Phyton y la otra por el padre Mundina. Bueno, pues hoy se va a manifestar sobre todo el padre Mundina. Os voy a contar una historia edificante, un milagro, sé como suenan estas cosas en nuestro mundo de hoy tan técnico y tan materialista… juzgad por vosotros mismos…

padre-pio

“ … corría el año 1896, en la agreste provincia de Avellino Italia. El pequeño Francesco (futuro Padre Pio de Pietrelcina) tiene ocho años, aquel día, su padre decide llevarlo a Altavilla Irpina para la fiesta anual de San Peregrino, mártir muy querido y venerado en la región. Para la ocasión, los campesinos organizan una feria de animales y, justamente Grazio, su padre a previsto adquirir un caballo de tiro. ¡La emoción impide a Francesco pegar ojo en toda la noche! De madrugada emprende una larga caminata de varias horas con su padre y el pequeño burro de la familia. Llegan al santuario antes del mediodía y se escabullen en la iglesia, ya repleta. Fieles de toda la región se han dado cita allí. Traen signos de devoción, a cual más pintoresco, a su bienamado santo y le presentan sus sufragios mediante gestos expresivos… ¡diríamos más bien explosivos! Alzan los brazos al cielo gritando, llorando, riendo, orando… Luego se hincan estrepitosamente de rodillas, haciendo sonar sus rodillas contra el suelo como para mejor atraer la atención del santo. Algunos le ofrecen gigantescos cirios de los más vivos colores, otros ramos de flores o corazones de terciopelo recamados de oro… En pocas palabras, una piedad popular tan ruidosa como colorida y conmovedora.

            Todos se agolpan alrededor del altar donde reina el cuadro del santo, que felizmente –supongo- reconoce entre aquella cacofonía, las perlas raras de los corazones sinceros que le confían sus penas y tragedias, así como sus esperanzas. Y he aquí que una mujer, vestida de harapos y visiblemente agobiada con todas las miserias del mundo, comienza a arengar al santo en voz alta. De sus brazos, entre harapos, emerge un pequeño ser inerte y completamente deforme. A medida que profiere sus gritos, la muchedumbre, presa de estupor ante tal deformidad, baja el tono algunos decibelios para dejar a esta pobre madre la posibilidad de aliviar su corazón. La mujer toma a su pequeño en sus manos y , con la energía de la última esperanza, se lanza en la oración más impresionante jamás oída. En su alegato utiliza palabras aparentemente groseras pero que forman parte del dialecto de Avelino, ya de por sí bastante colorido. He aquí que nuestra madre encara abiertamente al santo, profiriéndole los más contundentes reproches:

“Te he venerado durante toda mi vida, nunca he dejado de venir para tu fiesta. ¡Cuántas veces te he encendido velas con amor, te traje regalos y siempre confié en tu ayuda! Hablé bien de ti en mi pueblo hasta el cansancio, ¡¡y así me lo pagas!! Sabes bien que estoy sola y sin un centavo, ¡y mira mi niño deforme! ¿Cómo me las voy a arreglar para criarlo? ¿No te conmueve verme así, incapaz de cuidar de este niño? ¿Eres tú quien irá a mendigar en mi lugar? ¿Qué clase de santo eres?”

mujer20joven20llorando

 

 

Su voz se hacía cada vez más fuerte, entrecortada por estallidos de llantos desgarradores. Llegada al punto culminante de su arenga exclama:

“Tú estás muy bien. ¡Lo tienes todo, estás en el Cielo! ¡Para ti es muy fácil! Si tu santidad consiste en dejar que los desdichados se las arreglen solos… pues bien, me desilusionas, ¡hasta me das asco! Te pavoneas en tu cuadro, y cuando la desgracia alcanza a un corazón, ¡ni siquiera mueves el dedo meñique! ¡Bravo! ¡Qué buen ejemplo de caridad! Todas las oraciones que te hice… ¡Fui una tonta, me cansé en balde, para nada! Todo lo que fuiste capaz de darme fue este crío completamente deforme… Y ahora ¿qué dices tú a todo esto, eh? ¿Esperas quizá que vuelva a mi pueblo elogiando tus prodigios?”

Toda la asamblea, petrificada, no osa proferir una sola palabra, sin saber si debe sentirse molesta por la mujer o por ese pobre Peregrino a quien le están propinando la reprimenda de su vida. ¿Qué ocurrirá?

La voz de la madre se quiebra. Ya gritó demasiado, lloró demasiado, sangró demasiado. Entonces, en un sobresalto de audacia y de fe, sube los escalones del altar lateral de Peregrino. Entre la multitud, el pequeño Francesco de ocho años no se pierde detalle de lo que ocurre y, conmovido, ora con todo su ser por esta madre destrozada por la pena. Pero su padre lo sacude por el brazo.

-¡Vamos, ven!

-Espera, papá, ¡espera!

El chico se vuelve pesado como el plomo. Su padre ve que Francesco no cederá. Por su lado, la madre libera al pequeño de sus harapos y lo eleva como una hostia ante la imagen del santo, como para mostrarle que no está bromeando. Luego lo deposita ante él gritando:

            ¡Tómalo, aquí está! ¡Devuélvemelo sano o quédatelo!”

san-peregrino

 

La mujer se aleja entonces del altar, determinada a ganar la causa. En la iglesia, no se oye ni el vuelo de una mosca.

            -Vamos, Francesco, ven ¡debo ir por el caballo!

            -No, papá, ¡deja que me quede un poco más!

            Francesco permanece clavado en su lugar, queriendo saber cuál será el desenlace de todo esto. La mujer está allí y espera. Un murmullo se eleva a su alrededor y la iglesia pronto recupera el carácter ruidoso de los días festivos. Los comentarios abundan, a la italiana.

            De repente, el pequeño Francesco abre bien los ojos: ¡un milagro está produciéndose en el altar! El niño deforme comienza suavemente a girar sobre sí mismo, ante las exclamaciones de los asombrados peregrinos. El que estaba inerte como un vegetal hace fuerza para levantarse usando sus bracitos y sus rodillas. Sus miembros han tomado una forma normal. El tumulto que sigue es indescriptible… Grazio, empojado de derecha a izquierda, intenta salir pero una nueva oleada de peregrinos que quieren “ver” lo devuelve al interior. Las campanas de la iglesia también han comenzado a proclamar la noticia, balanceándose a pleno vuelo, según la costumbre cuando acontece un milagro en San Peregrino. Sí, todo el mundo puede comprobarlo: el niño está efectivamente curado, sus miembros se han vuelto armoniosos. ¡El grande, el amado, el venerado Peregrino ha realizado el milagro a la vista de todos!

            El pequeño Francesco, emocionado hasta el fondo de su alma, nunca se repondrá verdaderamente del impacto. Convertido luego en el gran Padre Pío, es suplicante excepcional, contará en muchas ocasiones a sus allegados el acontecimiento de San Peregrino y la impronta que dejó en él. Y agregaba siempre seriamente:

            Aquel día, ¡aprendí a orar!

 

Sor Emmanuel Maillard “El niño escondido de Medjugorje”

Nota: San Peregrino es el patrón de los que padecen cáncer.

 

NO TAN RETRASADOS

nina-sindrome-down

 

Años atrás, en unas competiciones de las Olimpiadas Especiales celebradas en Seattle, nueve contendientes, todos con deficiencias físicas o mentales, se colocaron en el punto de arranque para la carrera de las 100 yardas. Al escuchar el disparo de la pistola, todos empezaron a correr, aunque no muy precipitadamente, pero con ganas de llegar hasta el final y ganar. Todos, excepto un niño que tropezó, se cayó al suelo y empezó a llorar.  

Los otros ocho, al oírlo llorar, aflojaron la marcha y miraron hacia atrás. Entonces, para la sorpresa de los espectadores, todos regresaron para asistirle. Una niña con el Síndrome Down se agachó y dándole un beso le dijo:  «Así te encontrarás mejor.»  Entonces los nueve se cogieron de los brazos y caminaron juntos hasta la meta final.

Todos en el estadio se pusieron en pie y aplaudieron atronadoramente un largo rato. Nunca había visto unas olimpiadas tan emocionantes y tan reveladoras de las más altas capacidades humanas. Las personas que estuvieron allí todavía recuerdan lo sucedido.

¡Cuánto nos enseñan estos hermanos «retrasados»!

HISTORIA INSOLITA que merece ser divulgada

bomba-en-pizzeria2

Ante todo, he de precisar que no suelo dar crédito a los múltiples relatos que se escuchan por doquier, sobre situaciones milagrosas. No obstante por muy escéptico que pueda ser, la experiencia personal insiste en que debe haber una fuerza poderosa que dicta el destino de los hombres.

De modo que voy a relatar un suceso que acabo de conocer. Lo he leído en “El Rincón de Moshé Yanai”, y pienso que merece ser divulgado. Que conste que yo me limito a repetir los hechos según he leído…

“ Dícese que en agosto de 2001, cierto hombre de negocios judío de Nueva York llegó a Israel en viaje de negocios. Entre una reunión y otra el empresario aprovechó un breve paréntesis para tomar un bocado en una pizzería que encontró en el centro de Jerusalén. Como era mediodía, el local estaba atestado de gente. Nuestro visitante se dio cuenta que iba a tener que esperar mucho si quisiese comer algo, pero realmente no tenía tanto tiempo. Indeciso e impaciente, se acercó al mostrador esperando un milagro.

Viendo la angustia del extranjero, un israelí le ofreció su lugar en la cola. “Puedo esperar”, le dijo. Muy agradecido, aquél aceptó. Hizo su pedido, comió rápidamente y se dirigió a su próxima reunión de negocios. Apenas había salido oyó una explosión, y un revuelo general en la calle. La gente corría y ya se escuchaban las sirenas de las fuerzas de seguridad y de las ambulancias. Comprendió que había ocurrido algo serio. Como extraño que era no sabía a ciencia cierta, y un transeúnte alborotado le explicó que se había sido un grave atentado en la pizzería de la esquina. Que era una sucursal de la conocida cadena italiana Sbarro.

Nuestro hombre palideció. Por poco hubiera sido él una de las numerosas víctimas. De repente se acordó del israelí que le había cedido su lugar. Seguramente todavía estaría en la pizzería; le había salvado la vida y ahora podría estar muerto. Consternado, dejó a un lado todos sus compromisos y corrió hacia el local para tratar de saber lo que le hubiera ocurrido. Pero encontró un caos total. La Jihad Islámica había colocado muchos clavos en la bomba para aumentar su poder destructivo. En total 18 personas habían perdido la vida, entre ellas 6 niños. Otras 90 estaban heridas, algunas de gravedad. Ahora estaban siendo evacuadas.

Las sillas de la pizzería estaban desparramadas por la calle, las personas gritaban y lloraban y algunas trataban de ayudar. Policías y voluntarios socorrían a todos los que estaban ensangrentados, heridos y muertos por la calle. Una mujer con su bebé ensangrentado clamaba pidiendo ayuda.

El norteamericano buscó a su salvador entre los ruidos de las sirenas, pero no consiguió encontrarlo. Decidió que intentaría por todos los medios saber lo que le ocurrió a su salvador. Estaba vivo gracias a él y necesitaba saber lo que le había ocurrido para ayudarle en caso de necesidad y, sobre todo, agradecerle el gesto que le había hecho, y gracias al cual nada le había pasado.

De modo que en lugar de hacer negocios, comenzó a recorrer los hospitales, y finalmente lo encontró herido pero fuera de peligro. Conversó con el hijo de este israelí que ya estaba al lado de su padre y le contó lo que había ocurrido.

Le dijo que le debía su vida, por eso podían contar con él para cualquier ayuda que necesitasen. Le dejó su tarjeta personal e insistió que le avisaran en caso de que precisaran de algo.

Un mes después, ese hombre de negocios neoyorquino recibió un llamado de este muchacho, en el que le informaba que su padre necesitaba hacer una operación de emergencia y según el médico, el mejor hospital para ese tipo de cirugía estaba en Boston. El norteamericano no lo pensó dos veces y organizó todo para poder operarlo en pocos días.

Además, insistió en ir a recibirlo personalmente y acompañarlo hasta Boston. Tal vez otra persona no hubiese obrado hasta talo punto, pero ese judío se sentía en la obligación de devolver el gran favor que aquél le había hecho.

Ese martes por la mañana, nuestro hombre no acudió a su oficina en Nueva York para viajar a Boston y recibir a su amigo. Por lo tanto………ese día a las 9 de la mañana del 11 de septiembre de 2001, no estaba en su oficina del piso 101 de las torres gemelas neoyorquinas…”

Lo que antecede ha sido relatado por el Rabino Issocher Frand, quien agrega que “la retribución de un favor no solicitado, es una de las actitudes que más engrandecen al ser humano”